Beijing confirma oficialmente que construye un portaaviones.


Finalmente un alto oficial de las Fuerzas Armadas chinas ha confirmado públicamente lo que era un secreto a voces: Beijing está construyendo un portaaviones. Se trata de un paso decisivo en la reorientación hacia el océano, corolario lógico de la política de reformas económicas lanzada tras la muerte de Mao, que choca sin embargo con grandes recelos de otros países. 

La importancia clave del mar. 
Pese a los avances tecnológicos en el transporte terrestre y aéreo, la mayor parte del comercio mundial continúa transcurriendo por vía marítima, o para ser más exactos acuática. 
En su etapa autárquica, ello no tenía demasiada importancia para China, sin embargo, al abrir sus puertas al comercio y especializarse en industria ligera, el país devino en pocos años importador neto de todo tipo de materias primas, además de petróleo. A partir de ese momento el mar se convirtió en un cordón umbilical cuyo bloqueo pondría fin al rápido crecimiento económico de las últimas décadas.

Beijing es consciente de esta dependencia, agravada por la presencia de potencias hostiles como la India, Vietnam o Japón, y de un Taiwán con dos almas, así como de una notable presencia militar norteamericana en la región. Por ello se ha lanzado a un notable programa de construcción naval, en el marco de sus profundas reformas militares. En el fondo, no se trata solamente de adquirir más barcos de guerra, sino cambiar de mentalidad, pasando a ser una potencia oceánica en lugar de continental. 


Dificultades internas y externas para devenir una potencia oceánica. 
 Dicha pretensión tropieza con diversas dificultades. En primer lugar, China aun no ha conseguido estabilizar totalmente ni su propio territorio, ni las relaciones con sus vecinos terrestres. Las aparentes buenas relaciones con Moscú no nos deben llegar a engaño, puesto que ocultan diversas discrepancias de fondo que podrían acabar saliendo a la luz en cualquier momento.

En segundo, la economía china se enfrenta a diversos retos, como la inflación creciente, una reconversión industrial pendiente, la caída del superávit comercial, y un sistema financiero sometido al dictado político y con muchos cadáveres bajo la alfombra. Una crisis económica, o un aumento de las tensiones sociales, pondría en peligro los ambiciosos planes de rearme naval. 

Finalmente, no debemos olvidar la delicada situación en diversos países clave para los planes chinos. El puerto de Gwadar, en Pakistán, posible base naval china en un futuro, está situado en una zona considerada por muchos observadores como un polvorín. Corea del Norte, cuyo puerto de Ranjin da acceso al Mar de Japón, continúa siendo todo un misterio. Birmania, cuyo territorio permitiría sortear el Estrecho de Malacca, padece diversas rebeliones en zonas muy sensibles para Beijing.

También hay que tener en cuenta que Estados Unidos podría dedicar más atención los próximos años al Pacífico, una vez cerrada la fase militarmente más intensa de la lucha contra el yihadismo. En el otro lado de la balanza hay que tener en cuenta la difícil situación en Méjico, que amenaza el carácter tradicionalmente insular de Estados Unidos, país que históricamente ha podido destinar el grueso de sus recursos militares a dominar los océanos, entre otros motivos por no haber tenido vecinos problemáticos, una diferencia clave con una China que a menudo, y no sin razón, se siente asediada.  

Un secreto muy mal guardado. 
 La construcción del primer portaaviones chino no era ninguna sorpresa, y cuando el Jefe de Estado Mayor del Ejército Popular de Liberación, general Chen Bingde, lo confirmó en una entrevista con el rotativo Hong Kong Commercial Daily, la mayoría de analistas se limitó a tomar nota y continuar especulando sobre sus posibles especificaciones técnicas y papel dentro de la doctrina naval china. 

El general Chen se negó a aportar más detalles, indicando que no se proporcionarían hasta la botadura. Simultáneamente, un oficial de la Armada afirmó que una vez operativa, la nave no penetraría en las aguas territoriales de otros países. 

Estas declaraciones confirman por una parte que China continúa proporcionando información en materia de defensa con cuentagotas, y por otra que continúa insistiendo en que su rearme no supone amenaza alguna para otros países y no esconde pretensiones sobre los mismos. Es dudoso que sus vecinos estén de acuerdo. 

De hecho los últimos días han sido testigo de fuertes tensiones con Vietnam, tras un incidente en el Mar del Sur de China y unas maniobras con fuego real de la Armada de dicho país.  

Conclusiones: Qué supondría un portaaviones chino? 
La mayoría de expertos considera que una aviación naval embarcada operativa exigirá diversos años, no solamente por la necesidad de disponer de un mínimo de tres portaaviones de manera que uno pueda estar permanentemente en patrulla, sino también por el tiempo necesario para formar a la tripulación y desarrollar la doctrina y las tácticas necesarias. 

Ello no es óbice para que las mismas voces destaquen el salto que supondría esta capacidad para el potencial naval chino, especialmente si va acompañado de una consolidación de la presencia del país en el espacio (el año pasado lanzó tantos satélites como Estados Unidos) y del desarrollo de un mísil balístico antibuque, que según diversas fuentes ya está siendo probado.  

En todo caso, Beijing se enfrenta al reto de mantener la economía encarrilada, y de mejorar las relaciones con sus vecinos, puesto que de otra forma podrían reaccionar acelerando su rearme, dejando igual o peor para China el balance de fuerzas militares en el Pacífico. Para Occidente, el gran reto es estabilizar Méjico, evitando que suponga una distracción estratégica, consolidar los lazos con países como Vietnam o China, y llegar a algún tipo de acuerdo con Rusia que evite que acabe en los brazos de China. Como demuestra la presencia naval china en las costas libias, la compra masiva de deuda griega, o el comunicado de la Organización para la Cooperación de Shanghai sobre defensa antimisiles en Europa, Beijing parece haber perdido el miedo a intervenir en el Viejo Continente.

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