Obama intenta parar el lanzamiento de un misil norcoreano que podría golpear EE.UU. con una cabeza nuclear.
Ya
ha empezado la cuenta atrás. El presidente de Estados Unidos, Barack
Obama, intenta impedir que Corea del Norte dispare un misil que podría
golpear Alaska o la costa oeste americana con una cabeza nuclear. Entre el 12 y el 16 de abril, Pyongyang lanzará un satélite espacial
para conmemorar el nacimiento hace un siglo de Kim Il-sung, padre de la
patria y fundador de la primera dinastía comunista del mundo. Pero,
según sospechan los analistas y servicios secretos de EE.UU. y Corea del
Sur, dicho cohete podría ser en realidad un misil de largo alcance con
capacidad para transportar una cabeza nuclear, lo que violaría la
Resolución 1874 de la ONU. “Con
sus provocaciones y amenazas, Corea del Norte solo conseguirá aislarse
aún más”, aseguró ayer Obama en Seúl, donde participa hasta mañana en la
segunda cumbre de seguridad nuclear tras la celebrada en Washington
hace dos años.
Harto de la “diplomacia atómica” de Pyongyang,
que ha utilizado su programa nuclear para disuadir a EE.UU. de un
cambio de régimen y lograr ayuda humanitaria a cambio de sus promesas de
desarme, el inquilino de la Casa Blanca advirtió de que esta vez “el
mal comportamiento no será premiado”. Aunque
Corea del Norte se comprometió a finales de febrero a congelar su
programa nuclear y de lanzamiento de misiles, poco después anunció la
puesta en órbita de un satélite para observar la Tierra. Este será
propulsado por el cohete Unha-3, la última versión de un misil balístico
de largo alcance para perfeccionar los disparados en 2006 y 2009, que
Pyongyang consideró un éxito pero, según EE.UU. y sus aliados asiáticos, acabaron estrellándose en el Océano Pacífico.
Como el primero se desintegró a los 42 segundos de ser disparado y el
segundo recorrió más de 3.000 kilómetros antes de caer al mar, Japón ya
ha advertido de que lo destruirá si se desvía de su ruta y amenaza su
territorio.
Con el apoyo de Washington, Tokio desplegará sus destructores dotados con el sofisticado sistema Aegis,
que permite interceptar un misil en un radio de 500 kilómetros con
cohetes SM-3 Block 1-a que pueden volar por encima de la atmósfera.
Además de sus propios barcos, EE.UU. cuenta en la base aérea de Kadena,
en la isla de Okinawa, con baterías de misiles Patriot capaces de
alcanzar los 24.000 metros de altitud. “Pyongyang
debe retirar inmediatamente sus planes de lanzamiento y cumplir sus
obligaciones internacionales”, señaló el presidente surcoreano, Lee
Myung-bak, durante su comparecencia conjunta con Obama. La preocupación
de ambos es evidente porque sus servicios secretos han detectado que Corea del Norte ya ha trasladado el cuerpo de un misil de largo alcance
a una rampa de lanzamiento en Tongchang-ri, a solo 50 kilómetros de la
frontera con la ciudad china de Dandong en la provincia de Pyongan
Norte.
“Creo
que China es sincera cuando dice que no quiere armas nucleares en Corea
del Norte, pero debe dejar de mirar a otro lado y hacer algo nuevo para
comprometerse con la paz y la estabilidad en el noreste de Asia”,
propuso Obama, quien se entrevista hoy con el presidente Hu Jintao para
que medie con sus aliados históricos en el régimen estalinista de
Pyongyang. Escudriñando
con unos prismáticos tras un cristal blindado, el inquilino de la Casa
Blanca se asomó ayer a Corea del Norte, el país más hermético y aislado
del mundo, desde el Paralelo 38. En la última frontera que queda de la “Guerra Fría”,
se reunió con algunos de los 28.500 soldados americanos que custodian
la fortificada “Zona Desmilitarizada” que divide la Península Coreana.
Desde el final de la guerra civil (1950-53), las dos Coreas permanecen
separadas por una franja de “tierra de nadie” de cuatro kilómetros de
ancho y 250 de largo que, a pesar de su nombre, es uno de los lugares
más tensos del mundo y con mayor concentración de tropas, tanques,
misiles y minas.
“Vosotros,
muchachos, estáis en la frontera de la libertad. El contraste entre
Corea del Sur y Corea del Norte no podía ser más claro en términos de
libertad y prosperidad”, se dirigió a un grupo de medio centenar de
soldados congregados en el Campamento Bonifas. Durante unos diez minutos, Obama contempló Corea del Norte desde el observatorio de la “Zona Desmilitarizada”.
Al otro lado, la bandera norcoreana ondeaba a media asta al cumplirse
el luto de 100 días impuesto por el régimen para llorar la muerte de su
caudillo, el “Querido Líder” Kim Jong-il. Tras
sus larguísimos rituales funerarios, llega la celebración por el
aniversario del nacimiento del fundador de la saga y abuelo del actual
hombre fuerte del país, el “Joven General” Kim Jong-un. Además del gran
desfile que tendrá lugar el 15 de abril, Pyongyang pretende disparar un
cohete que volverá a avivar la tensión en el noreste de Asia
tras el bombardeo en 2010 de la isla surcoreana de Yeongpyeong, donde
perecieron dos civiles y dos militares, y el hundimiento de una fragata
que costó la vida a 46 marineros.
Corea
del Norte, que justificó el ataque contra la isla por unas maniobras
militares del Sur que invadieron sus aguas territoriales, ha negado
reiteradamente que torpedeara la “Cheonan”. Sin embargo, algunos
analistas consideran que ambas operaciones fueron ordenadas directamente
por el hijo y sucesor de Kim Jong-il para ganar méritos entre la cúpula
del régimen. Cierto o no, Kim Jong-un ha desempolvado la retórica belicista contra
Corea del Sur y a principios de este mes visitó también el Paralelo 38,
donde alentó a sus tropas “a mantener la máxima alerta para aguantar la
confrontación con el enemigo en todo momento”.
Fuente: http://www.abc.es/
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