Vuelven los cazas rusos hinchables (pero ya no engañarán al enemigo).

Foto: Un tanque ruso T-72B junto a un caza SU-27, ambos señuelos hinchables. (Foto: Reutes)

Engañar con tropas y armas falsas al enemigo se lleva haciendo desde que los humanos hacemos la guerra; desde soldados simulados a cañones de mentira o tanques hinchables siempre se ha intentado despistar a las tropas de enfrente sobre la verdadera potencia o situación de las fuerzas propias. En pleno siglo XXI los rusos siguen empleando sofisticados señuelos hinchables simulando armas para sembrar la confusión entre sus adversarios, aunque los avances de los sensores modernos hacen cada vez más difícil hacer pasar por auténtico a un lanzamisiles de pega. 

Los señuelos para engañar al enemigo son tan antiguos como la guerra. El engaño y la simulación han formado parte de la panoplia de los ejércitos desde antes de que los griegos se metieran en un caballo de madera para entrar en Troya: a lo largo de la historia han sido habituales trucos como hacer caminar a las tropas pasando varias veces por un mismo lugar para hacer ver que su número es mayor, levantar polvo para simular la aproximación de una columna de refuerzos inexistente, disfrazar un buque de guerra de navío comercial (o viceversa) o fabricar ‘cañones cuáqueros’ pintando troncos de negro y colocándolos en las troneras. Cuando uno está dispuesto a matar al enemigo no tiene problemas morales en mentirle, y un engaño a tiempo puede multiplicar las fuerzas propias o dispersar la ajenas en el punto y momento críticos cambiando el resultado de una batalla, o hasta de una guerra. Durante la Segunda Guerra Mundial todos los combatientes usaron este tipo de engaños a mayor o menor escala. 

(Foto: Reuters)

Los británicos llegaron a crear falsas ciudades y aeródromos en llamas para despistar a los bombarderos alemanes durante el Blitz e incluso disponían de departamentos especializados como la ‘Fuerza A’ en el Mediterráneo, donde emplearon tanques falsos y estuvieron paseando un acorazado obsoleto con cañones de madera (HMS Centurion) para mantener ocupada a la marina italiana. Con la ayuda de los estadounidenses, también fabricaron dos fuerzas falsas de invasión para desviar la atención de los alemanes sobre el Desembarco de Normandía que incluían formaciones militares inexistentes con emblemas y generales (nada menos que el famoso Patton) al mando, falsos tanques, lanchas de desembarco y aeródromos con aviones y conversaciones de radio simuladas, además de espías dobles como el español Juan Garbo. Los estadounidenses por su parte llegaron a lanzar un ataque de paracaidistas compuesto de 300 maniquíes para alejar a los alemanes de un desembarco en el sur de Francia. 


Pero fueron los soviéticos los que elevaron el engaño estratégico a la categoría de arte y lo incorporaron a su particular estilo bélico mediante la llamada Maskirovka. Desarrollada a partir de principios del siglo XX y convertida en parte integral de su modo de enfrentar la guerra la Maskirovka comprende toda una serie de técnicas de engaño, despiste y confusión que tienen como objetivo mantener el enemigo desequilibrado e inseguro de cuál es la verdadera relación de fuerzas y por dónde y cuándo le llegarán los ataques. 

Los expertos dudan de la utilidad actual de estos señuelos, ante la existencia de radares de barrido lateral y satélites
Uno de los mayores triunfos en la aplicación soviética de este principio fue la Operación Bagration, el ataque en Bielorrusia que abrió el camino de Berlín para el Ejército Rojo. Tras la guerra la Maskirovka se amplió y perfeccionó, extendiéndose a la manipulación de las percepciones y de la opinión pública propia y ajena. La intervención de los ‘hombrecillos verdes’ en la crisis de Ucrania y la anexión de Crimea puede considerarse como la última aplicación de esta doctrina en la escena internacional. 


Dentro de este tipo de estrategias de engaño, la simulación de activos militares puede jugar un papel vital y múltiple, exagerando la potencia de las fuerzas propias, despistando al enemigo sobre la posición real de formaciones y armas o actuando como señuelo para forzar que su destrucción. Países como el Irak de Sadam Husein emplearon falsos tanques y lanzadores de misiles Scud durante ambas guerras del Golfo para obligar a los aliados de EEUU a lanzar misiones para destruirlos rebajando así la presión sobre los verdaderos, así como otros trucos como pintar cráteres en pistas de aterrizaje para simular que estaban dañadas o cubrir agujeros de verdad para hacer creer que habían sido reparadas. Los serbios utilizaron tanques de pega llenos de agua (que actuaba como acumulador térmico para engañar a los infrarrojos) para eliminar la amenaza de los aviones de la OTAN en la Guerra de Kosovo. 

En un principio los señuelos se fabricaban con madera, cartón y pintura y eran reproducciones toscas que bastaban quizá para engañar al soldado en el campo de batalla entre el humo y la confusión, pero que los analistas de inteligencia podían diferenciar del armamento real con facilidad. Para evitarlo los señuelos se fueron haciendo cada vez más complejos: a los simulacros bidimensionales se unieron reproducciones tridimensionales, a menudo hinchables para facilitar su traslado y uso, lo que proporciona imágenes con las sombras adecuadas. Los modelos más sofisticados contienen elementos hechos de materiales que reflejan el radar, emisores de radio y generadores de calor para proporcionar las adecuadas ‘firmas’ en el infrarrojo y en otras longitudes de onda. Por eso muchos de los fabricantes en el mercado internacional provienen ahora del negocio de la fabricación de globos y atracciones hinchables, y han diversificado su oferta para incluir señuelos militares. 

La factoría rusa de armas hinchables 
Uno de los directivos de la empresa rusa Rusbal, junto a un caza inflable.

Un conocido ejemplo es la factoría rusa Rusbal, inicialmente dedicada a los globos aerostáticos de aire caliente y los castillos hinchables que ofrece una línea de sofisticados señuelos militares que incluyen sistemas completos de lanzamisiles antiaéreos S-300 (con sus diversos elementos, desde radares a lanzadores), tanques T-72 y T-80 o cazas MiG-31 o Su-27. Los colores y formas pueden representar con gran realismo a las armas que simulan y algunas de sus copias se transportan en dos mochilas y pueden erigirse o plegarse en menos de 10 minutos. Otros señuelos más sencillos se usan para engañar a los satélites o a las tripulaciones en combate. En el catálogo se incluye un reflector de radar diseñado para proporcionar un eco que confunda al enemigo. 

Rusbal ha trabajado para el ministerio de defensa ruso, aunque el verdadero número y el uso de sus señuelos es lógicamente secreto militar. Empresas de otros países también han vendido este tipo de equipo. En la primera Guerra del Golfo se hizo famosa una empresa italiana que había vendido equipo militar hinchable al Irak de Sadam, aunque siempre negó haber fabricado los míticos lanzadores de misiles Scud falsos a los que los estadounidenses culpaban de la dificultad de destruir los verdaderos. La fábrica italiana decía haber vendido reproducciones de aviones y tanques occidentales con propósitos quizá de entrenamiento, ya que el ejército iraquí usaba equipo soviético. En EEUU cuentan con Raven Aerostar que en su catálogo ofrece desde aviones occidentales como el F-15 y el F-16 a una completa gama de misiles antiaéreos rusos y tanques como el T-72 además de otros vehículos (BMP-3, Humvees, camiones de combustible). 

Incluso se pueden encontrar a la venta imitaciones de sistemas de armas en la web china Alibaba, y a precios realmente competitivos
Incluso se pueden encontrar a la venta imitaciones de sistemas de armas en la web china Alibaba, y a precios realmente competitivos. Por término medio el precio de uno de estos señuelos puede estar entre unos pocos miles y algunas de cenas de miles de dólares por unidad, más si se añaden componentes electrónicos: mucho más baratos que las armas reales que imitan. En Alibaba sin embargo venden un Apache AH-64 hinchable por apenas 500 dólares, dependiendo del volumen y sin que conste su efectividad en cuanto a engañar sistemas multiespectrales. Alguno de los simulacros parece más que dudoso que puedan engañar a nadie. Como decoración de jardín o para darle ambiente a una pista de paintball, sin embargo, pueden resultar atractivos. 

Hoy ya no cuela
(Foto: Reuters)

Los expertos dudan de la utilidad actual de este tipo de señuelos por elaborados que puedan parecer a simple vista ante la existencia de sistemas de vigilancia como radares de barrido lateral o satélites que hacen uso del análisis multiespectral. 

Estas técnicas analizan en tiempo real las diferencias en el eco en múltiples longitudes de onda, lo que permite no sólo estimar la forma del objeto reflejado con gran exactitud sino también los materiales de que está hecho. Las variaciones en la reflectividad a diferentes frecuencias se pueden comparar con bases de datos de materiales conocidos, por lo que se determina de qué está hecho el objeto que aparece en las imágenes. Es posible simular en un señuelo los diferentes materiales que componen la superficie de un sistema de armas moderno y sus ecos, pero la tarea es cada vez más complicada y los señuelos, por tanto, más complejos y caros. Se considera que como mucho estas elaboradas simulaciones pueden engañar a los sistemas de reconocimiento automático en las imágenes de satélite y de los radares de barrido lateral proporcionando ‘falsos positivos’ que luego los analistas humanos tendrán que analizar y descartar. 

A nivel estratégico por tanto los señuelos pueden contribuir a saturar las capacidades de análisis humano de un potencial enemigo pero es casi imposible que resulten tan eficaces como antaño. Donde más daño pueden hacer este tipo de señuelos es en el propio campo de batalla en especial en condiciones de baja visibilidad, donde pueden contribuir a despistar a las tripulaciones de los vehículos atacantes obligándoles a desperdiciar munición y generando confusión. Pero si el enemigo descubre el engaño con facilidad la simulación puede incluso volverse contra el mentiroso, si cree haberse salido con la suya pero el rival conoce la situación real. En el eterno juego del gato y el ratón que es la guerra las mentiras pueden acabar creando un laberinto que pierda incluso a quien lo construye. (Jesús.R.G.)

Puedes seguir todas mis noticias a traves de mis paginas Twitter y Facebook                              

Comentarios