Tropas rusas y dinero chino: el plan de Moscú para ‘tomar’ el Ártico.


Rusia erigirá en el Ártico más de 100 instalaciones de infraestructura militar durante este año. Han pasado justo diez años desde que el diputado y científico ruso Artur Chilingarov descendió 4.000 metros para colocar una bandera rusa en el lecho marino del Polo Norte, en lo que supuso un golpe de propaganda que le valió una condecoración. La apuesta rusa por ‘tomar’ el Ártico es hoy más clara que nunca. Moscú prepara el desarrollo del Ártico, expresando su interés en revisar los límites de la plataforma continental ártica, para lo cual ha presentado varias solicitudes a la ONU. 

El calentamiento global hace que hoy en día algunas rutas sean navegables durante más tiempo: los hidrocarburos están a tiro. Pero la apuesta es a largo plazo. La caída del precio del petróleo ha cuestionado la explotación de unas reservas que son ingentes pero caras a la hora de acceder a ellas. Las sanciones de EEUU y la UE contra Rusia han cerrado el acceso a las tecnologías occidentales. Y lo mismo pasa con el crédito que requieren estas carísimas inversiones. "Moscú reivindica desde 2001 un sector del fondo marino de 1,2 millones de kilómetros cuadrados extendidos a más de 350 millas marinas desde la costa, que incluye una zona del Polo Norte. Rusia mira hacia el Ártico por sus reservas y sus rutas de transporte, quiere mejorar su posición en los mercados energéticos, donde no le ha ido tan bien en el ámbito de exportaciones de gas licuado y la extracción en lugares poco convencionales”, explica Agnia Grigas, autora de ‘La nueva geopolítica del gas natural’. El presidente ruso, Vladimir Putin, dijo en 2010 que el Ártico debía ser una zona de “paz y cooperación” porque “ahí no puedes aguantar solo”. Pero eso fue antes de que la guerra de Ucrania le enfrentase con la comunidad internacional.

China puede ser una alternativa ante las limitaciones de financiación que tiene Rusia por culpa de las sanciones. Pekín se vería beneficiada por unas rutas más cortas que ahorrarían tiempo y combustible a la hora de planificar su abastecimiento. Con préstamos chinos ya se está pagando una nueva plataforma de extracción de gas natural en la zona y otras infraestructuras de transporte. En EEUU, el senador Dan Sullivan, un republicano de Alaska, ha lamentado recientemente que su país no haya tenido una política de seguridad clara sobre esta parte de la Tierra. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca puede trastocar este escenario. EEUU teme perder influencia cuando se abran nuevas rutas marítimas y se derritan los hielos. Unos y otros saben que este territorio es rico en hidrocarburos. Según algunas estimaciones difundidas por la agencia estatal rusa Sputnik, la zona contiene hasta 4.900 millones de toneladas de combustible convencional. "Debemos prevenir que los esfuerzos de Rusia conduzcan a la dominación en esa zona de patrimonio mundial", dijo el actual secretario de Defensa, James Mattis durante la audiencia en el Senado que le confirmó en su cargo.

Este mes 300 marines de EEUU han llegado a Noruega para entrenar en el frío. “Es necesario dada la rápida militarización que Rusia ha llevado a cabo al norte del planeta”, defiende el senador Sullivan en una nota hecha pública desde su oficina. Cuando los entrenamientos se anunciaron la embajada rusa en Oslo dijo no comprender las razones de dichos ejercicios cerca de la frontera con la Federación de Rusia. 'Debemos prevenir que los esfuerzos de Rusia conduzcan a la dominación en esa zona de patrimonio mundial', dijo el actual secretario de Defensa, James Mattis. El Ártico está de nuevo en primer plano, también en el ámbito militar. A nadie se le escapa que es una zona preferente para lanzar misiles desde, por ejemplo, submarinos nucleares: desde esa zona de la tierra el trayecto de un misil es más corto. “Estas más de 100 instalaciones ubicadas en el Ártico ruso comenzarán a ser utilizadas antes de finales de 2017", indica el comunicado del Departamento de Prensa y Comunicaciones de la entidad. Todos los materiales y equipos de construcción para la edificación de las bases árticas proceden del continente, y en la construcción solo se utilizan materiales y equipos especiales capaces de soportar el frío más intenso, ha informado el Ministerio de Defensa.

Según la entidad militar, los elementos se encuentran en territorio de las bases militares árticas del Ministerio de Defensa de Rusia emplazadas en la Tierra de Francisco José (archipiélago de Fridtjof Nansen), Nueva Zembla, la isla Sredni, la península de Schmidt, las islas de Wrangel y Kotelni. En los últimos años Rusia ha puesto en marcha un mando militar para el Ártico y 40 rompehielos han sido desplegados, mientras que EEUU sólo tiene dos, y uno de ellos está averiado. En algunos casos Moscú sólo ha tenido que rehabilitar infraestructuras del pasado: de los 14 aeródromos incluidos en el plan hay una parte que ya existía y que está siendo recuperada. El nuevo secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, conoce bien de cerca la ‘pasión ártica’ de Rusia. Como consejero delegado de ExxonMobil (la gran compañía energética de EEUU) participó en la frustrada aventura de extraer hidrocarburos en el Ártico ruso gracias a la tecnología puntera americana. Sucedió en verano de 2014, pero antes de acabar el año las sanciones deshicieron esta simbiosis. Ahora es uno de los hombres destacados del ‘coro’ de fieles partidarios de mejorar la relación con Rusia. La oportunidad para Moscú vuelve a estar a la vista.

“Lo más importante para Rusia es poner fin a las sanciones occidentales y esperar un alza en los hidrocarburos”, dice Geir Honneland, autor de ‘Rusia y el Ártico’. Después, explica, “llegará el momento de ver lo que es rentable y lo que no, y si los rusos se pueden manejar solos o necesitan a los occidentales” en el plano energético. Barack Obama vetó mas extracciones en el Ártico de EEUU, aunque con la crisis del precio del petróleo había pocos proyectos que parar. Pero las variables económicas y políticas no dejan de cambiar. En su libro ‘Contesting the Arctic’ Philip E.Steinberg, Jeremy Tasch y Hannes Gerhardt retratan el Ártico como una zona de influencia que pocas veces ha sido vista como un ‘todo’. Y pronostican que la búsqueda de un enfoque unitario seguirá en el futuro. Pero, en este cruce de ambiciones, se entrelazan los planes de ocho países limítrofes, cinco de ellos integrados en la OTAN, cada uno con un enfoque distinto para el futuro de una zona sensible donde un vertido sería imposible de controlar. (Jesús.R.G.)

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