Verde sobre azul.


Aunque algunos dirigentes políticos parece que acaban de descubrirlo en estos días, los conocidos como "green-on-blue attacks" (así conocidos debido a que la representación gráfica de las unidades de la coalición se realiza en color azul y la de las afganas en verde), han sido siempre una amenaza constante para la seguridad de las tropas y, por tanto, tenidos en cuenta en las medidas adoptadas para obtener la protección de la fuerza. Si han saltado a primera página (y, como consecuencia, se han convertido en una gran preocupación política), es porque resulta muy difícil explicar a la opinión pública que este año la coalición ha sufrido unas 45 bajas mortales, como resultado de los más de 30 "green-on-blue attacks" (al menos 15 sólo en agosto), que han tenido lugar hasta la fecha. Es decir, que durante este año, el 15% de las bajas en Afganistán han sido causadas como consecuencia de ataques llevados a cabo por miembros de las fuerzas de defensa o policiales afganas, lo que ha provocado que salten todas las alarmas y que, ante la gran repercusión política, se haya decidido suspender de manera inmediata los programas de instrucción. 

Como suele ser habitual en estos casos, se ha investigado si las unidades respetaban los protocolos y normas de seguridad; si en los procesos de selección del personal afgano se exigían de manera estricta los criterios establecidos; si el programa "Guardian Angel" era conocido y practicado por todos los miembros de la coalición, o si el personal tenía siempre el armamento individual en condiciones de respuesta inmediata. Además, se ha constituido un "Insider Threat Working Group"; está en estudio la organización de una "Task Force Insider Threat" que, en base a expertos en seguridad y en contra/subversión, tenga la capacidad necesaria para distribuir sus equipos entre las distintas unidades; se ha considerado necesario establecer un proceso de selección del personal afgano más riguroso; de igual modo, se ha estimado conveniente aumentar los equipos de contra/inteligencia y... se contempla como una medida imprescindible declarar ilegal la venta de uniformes en los zocos afganos. 

Se ha decidido reforzar la protección de la fuerza con medidas mucho más restrictivas, tanto durante el servicio como en periodos de descanso. Ello, a sabiendas de que extremar estas medidas sin perjudicar la relación y confianza mutua, entre las unidades de la coalición y las de Afganistán (existen unas 130.000 tropas OTAN por 350.000 afganas), es como poner un columpio sobre un precipicio. Es muy posible que el eslogan "shohna ba shohna" (hombro con hombro), que trata de reflejar el compañerismo entre soldados de la coalición y afganos, sea de los primeros en caer al vacío. Sin embargo, llama la atención que no se estén debatiendo las causas que expliquen el por qué de las 3.000 bajas mortales entre los soldados de la coalición, en once años de guerra, 1.000 de ellas se han producido sólo en los últimos 27 meses. Sobre todo, y entre otras razones, porque ese incremento de bajas es resultado de un punto de inflexión, casi inmediato en el tiempo, provocado por la decisión política de finalizar el repliegue de Afganistán para finales de 2014. 

En mi opinión, con independencia de modificar de manera drástica las condiciones que definían el escenario final, esa prematura declaración de intenciones alteró la situación en el teatro de operaciones como lo podía haber hecho un terremoto. Es posible que la finalidad fuese advertir a los líderes afganos (muy en especial a su presidente), que no disponían de una eternidad para asumir sus responsabilidades, pero el efecto colateral (de manera incomprensible, parece ser que no previsto), fue echar al pueblo afgano en brazos de los talibán. Porque, cuando supieron que 2014 era el punto final para el repliegue de las tropas de la coalición, es posible que los talibán les dijeran al resto de los afganos: "Mirad, la OTAN se está preparando para salir, pero nosotros seguiremos aquí". Y si a esta guerra psicológica se une el bajo nivel cultural de la población, el que en muchos lugares los talibán constituyen la única administración, y que en otros son los que cobran impuestos y aplican la sharia, a la mayoría de los afganos no les ha quedado otra opción que apoyarles. 

 Además, el tratar de llegar la coalición a un acuerdo con los talibán para la transición política, o el no atreverse a incluir a la red talibán Haqqani entre las organizaciones terroristas, ha provocado que, como un seguro de vida, muchas familias tengan a alguno de sus miembros en cada bando. Pero el futuro puede ser muy severo a la hora de responder a cargos y acusaciones de colaboracionismo, y más ante los talibán que no tienen la clemencia, el olvido y el perdón entre sus prácticas más habituales. Ante esta perspectiva, es posible que, para algunos, el que un miembro de la familia asesine a unos cuantos "infieles", y se convierta en un mártir de la yihad, sea considerado un buen salvoconducto. Parece que, una vez más, algunos políticos occidentales han colocado sus intereses electorales por encima de los efectos que sus decisiones puedan tener para las tropas en el campo de batalla. Son de los que nunca aprenderán que, incluso para decir "hasta luego, Lucas", hay que tener el don de la oportunidad. 

Fuente: http://www.revistatenea.es/

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