Corea del Norte dispara al mar tres misiles de corto alcance.


Se ha hecho esperar, pero finalmente lo ha hecho. Corea del Norte ha lanzado este sábado tres misiles de corto alcance al mar en su costa oriental. Así lo ha detectado el Ministerio de Defensa surcoreano, que rastreó dos proyectiles durante la mañana y otro por la tarde, hora local. Ante el temor de que el régimen de Kim Jong-un dispare más misiles, el Gobierno de Seúl mantiene el máximo nivel de alerta. El lanzamiento de estos tres misiles rompe la tregua de facto que venía manteniendo Corea del Norte, que en febrero efectuó su tercer ensayo nuclear y en marzo y abril redobló sus amenazas contra Estados Unidos y el Sur. Dentro de estas provocaciones, que persiguen reforzar la figura del joven dictador Kim Jong-un, el régimen estalinista de Pyongyang ha declarado el estado de guerra y, lo que es más importante, cerrado el polígono industrial conjunto de Kaesong, donde 53.000 norcoreanos trabajaban para un centenar de empresas del Sur. 

Para los próximos meses se esperan más provocaciones porque en julio se cumple el 60 aniversario del fin de la guerra de Corea. A tenor de un informe del Pentágono remitido al Congreso de Estados Unidos, el régimen de Kim Jong-un podría disponer de 200 lanzaderas móviles de misiles, el doble de lo que calculaban las autoridades de Seúl. De ellas, cien serían plataformas de lanzamiento de proyectiles Scud de corto alcance, mientras que el otro centenar restante se repartiría a partes iguales entre los Nodong de rango medio y los Musudan de largo recorrido. Según dicho informe, Corea del Norte también cuenta con cerca de 5.100 lanzacohetes múltiples, 4.100 tanques, 2.100 vehículos, 730 cazas y 290 aviones de transporte. 

Simulacro de invasión 
Tras las nuevas sanciones de la ONU impuestas contra su ensayo nuclear de febrero, Corea del Norte protagonizó el mes pasado una escalada de la tensión que puso en alerta al Sur y a Estados Unidos, que celebraban unas maniobras militares conjuntas consideradas un simulacro de invasión por Pyongyang. De hecho, el Ejército norcoreano incluso llegó a movilizar a lo largo de su costa oriental varias de sus lanzaderas de misiles Musudan. Como dichos proyectiles podrían golpear la base estadounidense de Guam en el Pacífico, porque en teoría tienen capacidad para recorrer entre 4.000 y 6.000 kilómetros, Washington y Seúl reforzaron sus sistemas de vigilancia desplegando baterías antiaéreas y barcos con radares especiales. 

Finalmente, el régimen de Kim Jong-un no llegó a disparar su esperado misil en torno a la fecha del 15 de abril, aniversario del nacimiento del fundador de Corea del Norte y abuelo del actual dictador. En ese momento, la retirada de las plataformas de lanzamiento contribuyó a rebajar la tensión y abrió la posibilidad de retomar el diálogo con conversaciones secretas entre Pyongyang y la Casa Blanca a través de la mediación china. Así parecía confirmarlo la aparente tranquilidad que ha reinado durante las últimas semanas en Corea del Norte, que esta semana ha visitado el enviado especial de Japón, Isao Iijima, en una supuesta «misión secreta» que ha provocado cierta división en la unidad que hasta ahora mantenía la Administración Obama con sus principales aliados asiáticos, Tokio y Seúl. 

Kim Jong-un abre la mano 
Tal y como pudo comprobar este corresponsal en el viaje que efectuó a Corea del Norte a finales de abril, la calma reinaba tanto en Pyongyang como en la frontera de Panmunjom, en pleno Paralelo 38, adonde seguían acudiendo los turistas de ambos lados. A pesar de su habitual retórica militar y de la asfixiante propaganda que rodea la vida de los norcoreanos, el régimen de Kim Jong-un parece haber abierto ligeramente la mano en materia económica.

Además de permitir una mayor entrada de divisas y la comercialización de todo tipo de artículos extranjeros que entran por la frontera de China, desde Coca-Cola hasta carne de Australia, los campesinos pueden vender en los mercados lo que cultiven en los patios de sus casas, dando así los primeros pasos hacia una tímida reforma económica. La cuestión estriba en saber si vendrá acompañada también de una mayor apertura política en el país más aislado y hermético del mundo.

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